«La Semana
Santa entonces carecía del interés que hoy tiene, hasta tal punto que apenas se
conserva alguna reseña de prensa de aquellos días. Incluso en los setenta
estuvo a punto de desaparecer, pero gracias a Martín Ortega Ibáñez, que al
frente de un grupo de cofrades puso en marcha la Hermandad de Cofradías, desde
ese momento dejó de primar la voluntad individual de aquellos que utilizaban la
Semana Santa como medio de reconocimiento personal», afirmó Sánchez.
«Que nadie
vea en mis palabras nada más que la aspiración de convertirnos en un referente
regional, nacional e internacional, siendo necesario para lograrlo la
autocrítica, las valoraciones exhaustivas, la rigidez en las tradiciones
palentinas y sobre todo el trabajo, el esfuerzo duro y diario. Entre
todos podemos conseguir mantener el reconocimiento de Semana Santa de Interés
Turístico Internacional», subrayó el pregonero.
En este
punto reclamó la implicación no sólo de los que están dentro de la organización
y participan de la Semana Santa directamente, sino de los que la rodean. «El
público asistente debe contribuir con su silencio y respeto durante el caminar
de las procesiones. También los comerciantes se tienen que implicar exhibiendo
los valores estéticos mediante la decoración de sus escaparates y
colocación de carteles. Y los periodistas e historiadores difundiendo y dando a
conocer todos los valores de nuestra Semana Santa», apuntó. «Deseo
disfrutar de todas las novedades, de las del año pasado que por culpa de la
lluvia no pudimos ver, y también de las de este año». Eso sí, dejó claro
que «el desfile procesional es una celebración, no es un espectáculo».
Poco que
ver, confesó Sánchez, con lo que este periodista y director de emisoras de
radio palentinas durante varias décadas, vivió en los años 60, cuando abundaban
las prohibiciones unidas a la Semana Santa. «Si no querías ir a la cárcel,
nuestra profesora doña Marce nos iba diciendo que no podíamos gritar en la
calle, cantar, ni jugar al fútbol en la calle... los cines tenían orden
de cerrar desde el miércoles hasta el domingo de Resurrección», día en el
que la ciudad volvía a la normalidad.
En lo más
profundo de su recuerdo mantiene viva, afirmó, la Procesión del Santo Entierro.
«Uno de los pasos que más me impresionó fue el Cristo yacente en la urna
de cristal escoltado por la Guardia Civil con sus uniformes de gala. Mi mirada
siempre se clavaba en esa imagen y yo estaba convencido de que el Cristo al
llegar a mi altura me miraba».
Una semana,
en realidad 10 días ahora, en los que la ciudad pasa «de la representación del
triunfo al fracaso, de las palmas a los azotes, de la fama, de la amistad a la
traición, de la serenidad al dolor, de la compañía al abandono, de profeta en
su tierra a condena de muerte, y lo que fue símbolo de esclavitud, se convirtió
en símbolo de la liberación. En tan poco tiempo, nunca se concentraron tantas
pasiones, tan diversas, tan contradictorias».
Para acabar,
Javier Sánchez, se atrevió a cantar La saeta de Antonio Machado.
Alcalde y
obispo. Por su
parte, el alcalde de Palencia, Alfonso Polanco, reconoció que «es posible que
haya Semanas Santas en otras ciudades más espectaculares, más bulliciosas o
incluso con alguna talla de más categoría artística, pese al inmenso valor de
las nuestras; pero dudo mucho, sinceramente, de que haya Semanas que se vivan
por sus gentes con mayor autenticidad que la Semana Santa Palentina».
El obispo de
la Diócesis de Palencia, Esteban Escudero, agradeció a los cofrades que en una
sociedad tan secularizada lleven «sin verguenza por la ciudad símbolos
cristianos. Afirmado soy Cristiano, soy de Cristo». Además, el prelado recordó
el significado de estos días, desde el pecado de la humanidad, al perdón de
Dios.
Fuente: Diario Palentino
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